En mi imaginación, te cruzo sin planearlo en Corrientes y 9 de Julio y
frenamos de la nada al vernos, porque es sorprendente y pasó muchísimo
tiempo desde la última vez que nos vimos. Cómo estás, hace banda que no
te veia, qué viniste a hacer, contame de tu vida. Te muestro edificios y
galerías, nos babeamos por discos, libros, ropa.
En mi
imaginación, estoy saliendo del laburo y caíste de sorpresa con una
birra. Te veo y me quedo helada, y vos sonreís y decís “¡hola!” y
caminamos sin rumbo hasta encontrar un pedacito de pasto donde
sentarnos; te cuento sobre mi día, me contás sobre el tuyo. Se termina
la birra, y voy a comprar otra. Para la tercera birra ya no sabemos
modular del todo bien, y nos reímos un montón.
En mi imaginación,
te llamo a las cinco de la mañana porque tuve una pesadilla. Me atiende
tu voz preocupada y dormida, y me preguntás qué me pasa; me toma unos
quince minutos explicarte todo, porque no puedo parar de llorar y estoy
asustada. Vos me decis que fue solamente un sueño, que está todo bien, y
me contás un cuento. Yo te pido perdon por despertarte, y me decís que
no pasa nada, que ya me va a tocar a mí inventar una historia para vos.
En mi imaginacion, estás ahí para mí y yo para vos.
En
la vida real, no te cruzo en ningún lado. Busco cosas tuyas y no están;
veo cosas que parecen ser tuyas, se me hunde el estómago, pero vuelvo a
mirar y no, no es nada tuyo. Entonces sigo caminando y a las pocas
cuadras algo me distrae. La vida sigue, y está bien.
En la vida
real, sigo buscando laburo. Pero tampoco aparecés de la nada en la
puerta de mi casa, con una birra y una sonrisa. Tal vez porque estás
casi en la misma que yo.
En la vida real, me despierto a las cinco de la mañana, y quiero llamarte. Pero estás durmiendo, y no tengo tu número.
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