La ventana estaba empañada. Zoe se recostó contra el vidrio frío y sonrió. Una tarde como esa no podría pasar desapercibida. Se dio media vuelta y se encontró a Alejo sonriéndole.
-¿Y? ¿Qué tal estuvo?- se acercó a la chica y la abrazó.
-Increíble, no podría haber pedido nada mejor...
-Ahora tenés un hobby nuevo.
Unas sirenas sonaron cerca de la casa abandonada y ruinosa. Zoe se desvistió y fue al precario baño que su mejor amigo y ella lograron arreglar para cumplir con las funciones básicas.
-Voy a preparar algo para comer- le dijo Alejo.
Zoe se hundió en el agua caliente y cerró los ojos, inhalando lentamente. Los abrió debajo del agua y se aferró a los costados de la bañera. Los ojos le ardían, pero no le importó. Esa tarde ya nada importaba, sólo ella y su nuevo hobby. Oyó que Alejo la llamaba (¿cuánto tiempo estuvo en el baño?) y salió de la bañera. Envolvió su curvilíneo cuerpo en una toalla y fue hacia la cocina. El aire estaba plagado de aromas contradictorios: humedad, flores, comida caliente... Se sentó a la mesa con su mentor y comieron despacio su cena.
-¿Y ahora qué hacemos?- le preguntó Alejo.
-Podríamos planear nuestra mañana, o leer, o dormir... Elegí vos- le contestó Zoe con la cabeza apoyada sobre su mano.
Alejo la miró, y supo instantáneamente que algo la preocupaba.
-¿No te estás arrepintiendo no?
-Para nada... Sólo me hubiera gustado que sea de otra manera. Menos doloroso y divertido, tal vez.
-¿Eso significa que no te agradó del todo?
-Si,- lo miró a los ojos -pero me da miedo que me guste demasiado-
-Tranquila, te vas a ir acostumbrando- Alejo le acarició el brazo y se levantó de la mesa. Tomó su cámara y miró una de las fotografías de la increíble tarde con Zoe.
Se la veía tan feliz con su bate de baseball, presionando sus borcegos contra la cabeza de un zombie...
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